No. Hoy no es domingo. En parte porque esta semana La Turra llegará más tarde (domingo por la noche o lunes por la mañana a más tardar), en parte porque tengo por delante 3 horas de tren, he pensado es explayarme en el que será el MVP de esta semana: (spoiler) la segunda entrega de este año de The National: Laugh Track.
Si has llegado hace poco hasta aquí (si llevas tiempo lo sabes de sobra, me temo), The National es mi grupo favorito. Los descubrí mientras estudiaba el MIR por una reseña de la Jenesaispop sobre Boxer y no distingo sus primeros cuatro discos porque los escuché a la vez, mezclados de manera aleatoria. Son la banda sonora de mi vida adulta, me dieron a uno de mis mejores amigos y, desde 2011, les he visto al menos una vez al año en directo (salvo, claro, 2020 y 2021).
¿Soy objetiva? Ni en broma. Como digo, son la banda sonora de mi vida adulta y por eso me hacen bastante gracia algunas reseñas que he leído por ahí de esta segunda entrega del año, después del “First Two Pages of Frankenstein” que también fue dilapidado cuando salió pero que con los meses parece haber encontrado su sitio. ¿Se puede juzgar un disco a las 4 horas de que salga? Diría que no. Un poco cinismo por mi parte creer que sí se puede, a los 4 días, pero aquí estamos. Ante tanto hater, un poco de amor.
The National no es Mr. November ni Bloodbuzz Ohio. No sólo eso. Se queja la gente de la falta de hits directos en estos últimos discos, como si Fashion Coat, por ejemplo, lo fuera.
Este disco y el anterior aparecen después de una crisis personal y creativa, del grupo, en general y de Matt Berninger, en particular. Cuando creían que, quizá, ya no había nada más (los hermanos Dessner produciendo para todo el universo musical, el hermano Devendorf batería necesitando ayuda técnica en los directos), resurgen con 24 canciones que dividen en dos, ayudados por sus amigos y amigas, quizá no demasiado visibles pero presentes. Y ese resurgir no necesita de fuegos artificiales o guitarrazos locos, hace ya tiempo que estaban por encima de eso. No se puede vivir siempre en la coda de Fake Empire.
Crecer, pasada cierta edad, no es siempre divertido. Pero hay belleza, también, en ese rito de paso, aunque no se hagan tantas películas sobre ello. Aunque haya gente que no quiera escucharlo, a veces es necesario un Alphabet City para contar bien tu historia. Se componen discos como estos. Como los dos anteriores. La pérdida, las despedidas, las tragedias que nadie te contó.
Será por tenerlos de fondo siempre que tengo oportunidad que yo, que soy algo más joven que ellos pero veo y noto ese paso del tiempo, necesito tenerlos en el camino, como una muleta. Empatizo con las canciones que reflejan su nuevo canon (Coat on a Hook describe, a mi pesar, mi verano este 2023) y miro dos veces cuando vuelvo a ver a esos The National que todo el mundo quiere ver (Space Invader), sorprendida de encontrarme al grupo de hace diez años, como me sorprendería encontrarme a la Mj de hace 10 años. Vislumbro el futuro en Smoke Detector, como hemos hecho todos y me gusta que vuelvan a experimentar a lo Nudozurdo, algo a lo que ya empezaron a jugar en Turtleneck. ¿Se ve ahí también nuestro futuro?
En un par de semanas estarán presentando estos discos en directo (no me esperéis en Madrid ni en broma) y doy por hecho que estarán increíbles. Pasarán a ser favoritas las canciones que hoy por hoy te parecen una más.
Ellos seguirán escribiendo su propia Gran Novela Americana disco tras disco, algunos seguirán hablando durante todo el concierto hasta que toquen Mistaken for Strangers. Yo seguiré aprovechando cuando tocan Pink Rabbits (dios, cómo odio esa canción) para ir al baño y sólo escucharé About Today en directo, nunca en casa ni en el coche. Y me aprenderé, por supuesto, los coros de las segundas voces de todas las canciones que serán parte de la banda sonora de nuestra vida adulta, cuando consigamos aceptarlas a ambas. Get yourself ready to catch what you can of me, get yourself ready to pick me up.
Tan de acuerdo ❤️ (salvo en el odio a Pink Rabbits??????)